LA GOTA VIAJERA

Adriana García

Cuentan las viejas leyendas que hubo un tiempo donde la naturaleza hablaba. Hablaban las ramas, hablaban las piedras, hablaban el aire, el viento, y hablaba el agua de los ríos, lagunas, mares… Pero no se entendían entre ellos, hasta que una pequeña gota de agua pudo ponerlos en contacto. La historia de esta gota es la que pasamos a contar.

Un día de mucho calor, muchísimo calor, para ser más exacto, se evaporó una gran cantidad de las aguas del mar Mediterráneo. Al ascender se condensaron en una gran nube, con forma de avión. Entre las muchas gotas de la nube, estaba ella, la gota viajera, la protagonista de nuestra historia.

Mientras la “nubeavión” se iba desplazando por el cielo, la gota viajera, que sentía un gran interés por aprender, iba observando los paisajes que iban atravesando. Le gustaba mucho sobrevolar las alta montañas con sus picos llenos de nieve. Ella pensaba que algún día formaría parte de esa nieve. Al pasar iba saludando y entablando conversación con todo lo que se encontraba.

El viajar en una nube era una de las cosas que más le gustaba. Aunque tenía que soportar escuchar a sus compañeras de viaje, “quiero caer sobre una cascada”, “yo no, yo sobre un lago”, “¡ay!, a mí me gustaría sobre una playa del Caribe”. Y así todo el trayecto, a ella no le importaba dónde caería, para ella cualquier lugar era bueno.

Si caía en un río, se divertía bajando por la corriente, de un lado al otro, dando volteretas para llegar finalmente al mar, regresando al lugar de partida.

Si caía en la nieve de las altas montañas, sabía que sería para una larga estancia, ya que tenía que pasar a tener su estado natural, es decir, el estado líquido, para volver al mar.

Caer en el desierto le llenaba de satisfacción, porque de este modo podía dar de beber a las arenas del desierto, era una gran meta para ella, aunque la dificultad estaba en volver como agua al mar. O caer en tierra seca y atravesar sobre ella buscando el lugar donde están sus compañeras, las aguas subterráneas, que son los buzos de las gotas.

Mientras iba viajando, iba conversando, como antes hemos dicho, con todo aquello que se cruzaba en su camino, hablaba con las piedras del fondo del río, con las rocas de las altas montañas, con los animales, con los árboles, con las arenas del desierto, con los oasis y palmeras, hablaba con las profundidades de la Tierra. Y a pesar de no conocer su lengua, la gota viajera no dejaba de hablarles e intentar tener una conversación. Con el paso del tiempo, la gota viajera conocía las lenguas de todo lo que veía en sus viajes y eso hizo que pudiese relacionarse con ellos. A medida que iba conversando, iba conociendo mejor todo lo de su alrededor.

Cuando la gota viajera volvía al punto de partida para iniciar un nuevo viaje, iba transmitiendo a sus compañeras sus conocimientos e intentó enseñarles las diferentes lenguas para que ellas pudiesen transmitirlas al resto. Pero sus compañeras, al principio, no estaban por la labor porque pensaban que eso no serviría de nada. Con el tiempo, comprendieron la importancia de la comunicación.

“Si logramos comunicar las necesidades de los árboles, alguien habría que les ayudase. Y así con todos los seres vivos, incluidas, como no, todas las gotas de agua”, les decía una y otra vez la gota viajera al resto de gotas. “Pensad que nosotras somos las que viajamos a todos los lugares de este plantea. Desde el mar atravesando paisajes hasta los confines de la tierra, no hay lugar donde no lleguemos, para volver al mar para empezar un nuevo viaje. Nosotras somos los lazos que unen a todos los seres vivos”, volvía a decir la gota a sus compañeras. Al cabo de un tiempo, estas aprendieron sus conocimientos y todas se unieron a la gota viajera para cumplir la misión. Misión que consiste en conectar a todo el planeta entre sí, esto es lo que demostró la gran importancia del agua en el mundo.

La gota viajera se sentía satisfecha de ver cómo ella y sus compañeras ayudaban a que el mundo fuese más feliz y estuviese más relacionado entre ellos gracias a la comunicación.

Un día la gota viajera, viajando en una “nubebarco”, observó un gran incendio en un bosque que ella conocía, sus compañeras estaban asustadas y no reaccionaban. La gota viajera lideró la misión y les informó a sus compañeras de que debían empujar hacia arriba donde se encontraba una gran bolsa de aire frío. Al contactar con el aire, el vapor donde se encontraban las gotas de agua empezó a condensarse, y cayeron sobre el incendio en forma de lluvia sofocando el incendio.

Pero al volver al mar alguien echó en falta a la gota viajera, nadie la había visto desde el incendio. Una compañera comunicó con gran tristeza que fue la primera en caer sobre el incendio y era tanto el calor que antes de llegar al suelo se había evaporado, desapareciendo.

La gota viajera es admirada y recordada por toda la Tierra, montes, ríos, cascadas, pozos… siempre se mantendrá viva en la memoria de todos. Fue la primera que consiguió que todo lo que forma la Tierra pudiese comunicarse entre sí. Antes de morir, la gota viajera le dijo a una compañera suya que su sueño era que las demás gotas empezasen a comunicarse y pudiesen enseñar al resto a comunicarse entre ellos. A lo largo del tiempo, su compañera, con la ayuda del resto, consiguió el sueño de la gota viajera y todos los que forman parte de la Tierra podían hablar entre ellos.

Y así es la historia que contaban los primeros seres humanos que poblaron la Tierra. A partir de los primeros seres humanos, esta historia pasó de generación en generación. Y para terminar este cuento algo quiero decir: RESPETEMOS LA TIERRA PARA PODER SEGUIR VIVIENDO CON ELLA.