El agua que quería ser pez

Pablo Ortiz

Esta es la historia de un trozo de mar que envidiaba a los peces. Un trozo de mar que no le gustaba lo que era y solo quería nadar como un pez, hacer burbujas como un pez, brillar como un pez… Quería moverse libremente por todo el mar, llegar a los rincones más profundos y a los lugares más lejanos. Quería conocer nuevos mundos, ver diferentes cosas, saltar alrededor de los barcos, mojar a la gente entre coleteos. Quería que le hicieran fotos, que la admiraran como admiran a los peces. Quería sentirse querida.

Y así pasaba sus días, soñando, pensando y deseando ser un pez. Pero no un pez cualquiera, no, quería ser un gran pez lleno de colores como el arcoíris, un pez simpático que a todo el mundo le gustara. Un pez juguetón y lleno de vida, que alegrara al mundo con solo salir a la superficie. Ese era su sueño, y cada amanecer mirando al cielo, así lo pedía.

Un día de verano al despertar, y mientras contemplaba la bóveda celeste pidiendo su deseo, se le acercó un precioso pez que le saludó:

  • ¡Hola! -dijo el pez.

Cuando ella lo oyó y lo vio, sus ojos se llenaron de luz. Era el pez más bonito que jamás había visto.

  • H-h-hola… -tartamudeó el agua- ¿Q-qué haces aquí? -le preguntó.

  • Te observo todos los días y veo cómo miras al cielo pidiendo tu deseo. Veo en tu cara una gran tristeza que no logro entender.

  • Tú no puedes entenderlo porque eres un pez, lleno de colores y libre -le contestó.

  • ¿Pero qué estás diciendo? ¿Tú te has visto? ¿Te has mirado con los mismos ojos con los que ahora me miras a mí? -le preguntó el pez con una gran sonrisa.

  • ¿Qué? No te entiendo.

  • Mira, -le dijo el pez- cada día cuando miras al cielo pides ser pez, cuando eres agua, lo que necesita un pez para poder vivir. ¡Sin ti no podríamos existir! Cada día pides hacer burbujas como nosotros y ya lo haces cuando la lluvia cae sobre ti. Cada día pides llegar a todos los rincones, a los más profundos y a lugares lejanos, y solo tienes que dejarte llevar por el aire para conseguirlo.

El agua le miraba incrédula y no paraba de escuchar lo que el pez decía. El animal continuó:

  • Cada día pides saltar alrededor de los barcos, y no te das cuentas de que ya lo haces, que cuando un barco surca por donde tú estás, consigues hacerlo con una elegancia increíble. Cada día pides mojar a la gente y no te das cuenta de que a grandes y pequeños les gusta jugar contigo. Cada día pides brillar como un pez y tener los colores del arcoíris y sigues sin verte cuando el sol se refleja sobre ti y todo eso aparece por arte de magia sin tú tener que hacer nada más esperar que ese rayo de luz que te ilumine. ¿Qué te hagan fotos? ¡Madre mía, si eres en este mundo el elemento más fotografiado! Todo por la magia con la que envuelves el objetivo que te enfoca.

El agua no podía creer lo que escuchaba.

  • P-p-pero… -balbuceaba mientras le brillaban los ojos.

El pez terminó diciendo:

  • Cada día pides ser querida, y no te das cuenta de que eres lo que más quieren, riegas plantas, eres hogar, calmas la sed, eres limpieza, apagas fuegos. Sin ti moriríamos todos y cada uno de nosotros, los seres vivos. ¡Sin ti nada existiría!

El agua se quedó callada, simplemente observándose.

  • ¿Ves? esos son los ojos con los que tú me miras. Ahora mírate con ellos tú. Recuerda todas y cada una de las palabras que te he dicho. Busca dentro de ti lo mismo que cada día pides. ¡Mírate!

Se dio cuenta de que todo lo que ella suplicaba, ya lo tenía pero no sabía verlo, y gracias a ese pez lo consiguió. Se dio cuenta de que todos tenemos algo especial, que nadie es más que nadie y que tenemos que mirarnos igual que como miramos a quien admiramos porque todos, TODOS, tenemos luz, incluido uno mismo y nuestra luz tiene que ser la más importante y la que más nos guste. Querernos a nosotros mismos, con nuestras virtudes y nuestros defectos es lo que todos deberíamos hacer.